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jueves, 30 de junio de 2011

"Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para escalar un árbol, creerá toda su vida que es un estúpido" Albert Einstein.

Steve Jobs


Hoy he reencontrado el discurso que Steve Jobs ofreció en 2005 a la promoción de graduados de la Universidad de Stanford. Muchos de vosotros ya lo habréis visto, otros lo hareís hoy por primera vez y espero que a todos os parezca tan interesante como me lo parece a mi. Durante  14 minutos este hombre da un mensaje que te hace reflexionar, creo de verdad que se trata de un tiempo bien invertido.

martes, 28 de junio de 2011

El hombre se dedica a desear en voz alta aquello que jamás se esfuerza en alcanzar. » Noel Clarasó

EL SABIO

Un hombre decidió consultar a un sabio sobre sus problemas, tras un largo viaje hasta el paraje donde aquel maestro vivía, el hombre finalmente pudo dar con él:

-maestro, vengo a usted porque estoy desesperado, todo me sale mal y no sé que hacer para salir adelante, el sabio contestó: -puedo ayudarte con esto, ¿sabes remar?

un poco confundido el hombre contestó que si, entonces el maestro le acompañó hasta un lago, juntos subieron a un bote y el sabio le dijo al hombre que remase hasta el centro del lago,
-¿va a explicarme ahora cómo mejorar mi vida? dijo el hombre,

el sabio seguía disfrutando del viaje sin prestar atención, al llegar al centro del lago el maestro le dijo:

-acerca tu cara al agua y dime qué ves, el hombre se asomó por encima del pequeño bote y tratando de no perder el equilibrio acercó su rostro todo lo que pudo, de repente el anciano le empujó y le tiró al agua, al intentar salir, el anciano le sujetó impidiendo que subiera a la superficie,

desesperado, el joven manoteó, pataleó, gritó inútilmente bajo el agua, cuando estaba casi ahogado, el sabio le soltó y le permitió subir.
Una vez en el bote, entre toses y ahogos el hombre gritó -¿esta usted loco? ¿no se da cuenta que casi me ahoga?,

con el rostro tranquilo el maestro le preguntó, -cuando estabas bajo el agua ¿que era lo que más deseabas?

- respirar por supuesto!!! -bien, pues cuando luches para salir adelante con la misma fuerza con la que luchabas por respirar, entonces estarás preparado para triunfar.

viernes, 24 de junio de 2011

La autocompasión es un veneno que una persona produce contra su propia persona. Daniel Vera Monardes

La autocompasión.




La autocompasión nos mantiene atrapados, sin que nos demos cuenta de ello y nos impide avanzar por la vida y disfrutar de la misma, hace que nos sintamos víctimas  de las circunstancias o de los demás.
"La lástima por uno mismo, es una de los narcóticos no farmacéuticos, mas destructivos. Es adictiva, da placer sólo al momento y separa a la victima de la realidad". John W. Gardner (Secretario de salud, educación y asistencia social, en Estados Unidos).



¿Por qué nos autocompadecemos?


Una baja autoestima nos hace sufrir y nos impide lograr aquello que deseamos.

Cuando no logramos el éxito deseado, buscamos un culpable, podemos culparnos a nosotros mismos o a los demás, a la vida, la suerte, Dios, etc., si nos sentimos indefensos e incapaces de cambiar la situación, podemos acabar autocompadeciéndonos.

La autocompasión en sumamente limitante pero difícil de reconocer y aceptar, porque le damos un significado equivocado.
Para mucha gente significa estar "mal", ser débiles, incapaces y menos valiosos que los demás.

Esta forma de pensar es errónea.
En realidad lo único que indica la autocompasión, es que:
1.    Durante nuestra infancia aprendimos una actitud que nos impide, actualmente, solucionar nuestros problemas y tener una vida mejor.

2.    Necesitamos aprender a analizar la situación y nuestras habilidades, de una manera diferente.
Con frecuencia sentimos que nuestra vida y nuestras opciones están limitadas, sin darnos cuenta de que dicha limitación está causada por la autocompasión.

Responde a las siguientes preguntas.
1.    ¿Sientes que luchas y luchas y no logras mejorar o resolver tu situación?
2.    ¿Piensas que la solución a tus problemas depende de lo que hagan o dejen de hacer los demás?
3.    ¿Te sientes, en ocasiones, incapaz de enfrentarte al mundo que te rodea?
4.    ¿Siempre tienes una razón para justificar tu actitud?
5.    ¿Sientes que tienes poco control sobre tu vida y lo que te está sucediendo?
6.    ¿Buscas consejos, pero no los sigues?
7.    ¿Te sientes molesto e incomprendido cuando la gente te quiere ayudar?
Si contestaste que sí, a la mayoría de las preguntas, posiblemente tiendes a sentirte víctima o a compadecerte con facilidad.

Todos hemos sufrido y todos hemos fracasado.

La diferencia entre los que se autocompadecen y los que no, es que los primeros se dedican a ver todo lo malo que les ha pasado y que no han podido evitar o solucionar y los otros se enfocan en lo que quieren que les pase y en lo que necesitan hacer para lograrlo.

Cuando creemos que nosotros tenemos poco o ningún control sobre lo que nos sucede, que el mundo y/o los demás se aprovechan de nosotros o nos causan daño, acabamos sintiéndonos incapaces y desempeñando el papel de víctimas
¿Cómo se desarrolla el papel de víctima?

Existen cuatro situaciones que pueden ayudar a que desarrollemos una actitud de víctimas:
1.    La vulnerabilidad y dependencia de los niños.

Debido a la edad, falta de conocimientos y habilidades, necesidad de depender de los adultos, las limitaciones que dichos adultos imponen, etc., todos los niños se sienten víctimas, en muchas situaciones.

Esto le sucede a cualquier niño, independientemente de que tenga una vida estable, protegida, feliz y llena de amor.
Es parte de las características de la niñez.

Al crecer, los resultados de las diferentes experiencias que vivimos, la educación, ejemplos que recibimos, etc., hacen que se pierda o disminuyan este tipo de pensamientos y sentimientos o que aumenten y se establezca una actitud de víctima.

2.    Haber vivido en un ambiente en donde se nos compadecía constantemente, escuchando comentarios como:

"Pobrecito se siente mal".
"Pobre, le dejan tanta tarea".
"Es injusto lo que le pasa, pero no puede hacer nada".
"A ... siempre le pasa algo malo".

a.    El niño escucha y aprende a pensar igual respecto a sí mismo.

3.    El ejemplo de uno o ambos padres que tenían dicha actitud.

Los niños tienden a imitar, de manera inconsciente, las actitudes de los padres y de la gente importante en su vida.


4.    Haber sido realmente víctimas, de algún tipo de abuso:


a.    Físico,
b.    sexual,
c.    psicológico,
d.    emocional.
e.    El impacto de estas vivencias puede ser tan intenso que repercuta a lo largo de toda su vida.
Pero aun en estos casos, pueden y "deben" trabajarse las consecuencias, para tener una vida mejor.
No importa cuál fue la causa inicial.
Al crecer, las experiencias que vivimos, los ejemplos que recibimos, etc., pueden debilitar, eliminar o fortalecer nuestra actitud ante la vida.

La autocompasión, como cualquier otra emoción, tiene aspectos positivos y negativos.

El aspecto positivo es que, momentáneamente, disminuye el dolor y evita que nos autodevaluemos, (porque reduce el impacto de la culpa).

El aspecto negativo se manifiesta en que:
·      Impide que veamos el problema en toda su magnitud. 
Se enfoca sólo en una pequeña parte del problema (la parte negativa que nos afecta directamente), por lo que no le vemos diferentes soluciones.

·      Nos aleja de la gente y nos impide resolver nuestros problemas, porque nos mantiene centrados en nosotros mismos:
"Pobre de , los demás me…, yo no puedo…

·      Impide que nos responsabilicemos de lo que nos sucede y que actuemos, porque al culpar a los demás, son ellos los que pueden y "deben" hacer algo para mejorar la situación.
Esto hace que tratemos de presionarlos o manipularlos, con lo que surgen nuevos conflictos.


·      Nos paraliza, porque sentimos que no podemos hacer nada al respecto, ya que no tenemos ni la capacidad ni el control necesario para resolver la situación.

¿Qué hacer?



Revisa tus emociones:
·      
¿Cómo te sientes la mayor parte del tiempo?

·      ¿Te sientes impotente, con poco control sobre tu vida?

·      ¿Enojado con el mundo, la vida, Dios, tus padres, etc.?

·      ¿Vives una gran parte del tiempo con la sensación de que, por mucho que hagas, no resuelves tus problemas y tu sufrimiento?


Si tus respuestas son afirmativas, tiendes a autocompadecerte y a sentirte víctima.

Recuerda que esta sensación, no es un reflejo de la realidad actual.
Es el reflejo de nuestras vivencias infantiles y del pensamiento y la percepción de un niño que vivió hace mucho tiempo.

Cuando nos autocompadecemos, no nos damos cuenta de que nuestra actitud es la que nos impide mejorar y buscar la solución adecuada.
Una actitud equivocada que aprendimos cuando éramos pequeños y estábamos realmente indefensos o cuando imitábamos algún adulto importante en nuestra vida.

Pero hoy, ya no somos ese niño pequeño, vulnerable e indefenso.
Hoy podemos cuestionar lo que se nos dijo y los modelos que tuvimos.

Cuando nos autocompadecemos, no podemos aceptar la responsabilidad de lo que le sucede.
Esta actitud puede ser el resultado de una realidad vivida.
El sentimiento de ser una víctima, no es inventado, pudo haber sufrido un abuso físico, sexual o emocional durante la niñez, la juventud e incluso la edad adulta.

La persona que vivió algún abuso, sí fue una víctima de las circunstancias, porque debido a su edad o situación, no tuvo ni la fuerza ni la capacidad y conocimientos para cambiar esa situación o alejarse de ella.

Pero cuando vive compadeciéndose y sintiéndose víctima, esos pensamientos y sentimientos vividos durante la niñez, siguen dominando su vida.
Sin darse cuenta, de que ella es ahora, su propio victimario.


Desarrolla un plan de vida.

Cuando tenemos metas claras, podemos motivarnos con mayor facilidad y reconocer los pasos necesarios para lograrlas.
Esto le da un sentido y un significado a nuestra vida, nos proporciona la sensación de control y aumenta nuestra autoestima.

Enfócate en los aspectos positivos de tu vida.
Todos los tenemos, simplemente no estamos acostumbrados a verlos o a reconocerlos.

Recuerda a la persona que dijo:
"Cuando me di cuenta de que mi vecino no tenía pies, dejo de importarme no tener zapatos".

 

jueves, 23 de junio de 2011

“Esta es la verdadera alegría de la vida, el ser utilizado para un propósito que tú mismo reconoces como poderoso …ser una fuerza de la naturaleza en lugar de un pequeño, febril y egoísta, guiñapo de aflicciones y rencores que se queja todo el tiempo de que el mundo no se dedica a hacerlo feliz... " - George Bernard Shaw

Explora tu personalidad

Hoy comparto con vosotros un artículo de mis amigos de Synapsis que me parece interesante en su contenido y también por el ejercicio de profundización que proponen al final del mismo. 


La pasión por "descubrir" ha impulsado la curiosidad del hombre hasta lugares tan lejanos como la Luna, y con la ayuda de los satélites más lejos aún, hasta los confines del universo.
Ir más allá de las fronteras geográficas, tecnólogicas, sociales y económicas forma parte de las motivaciones más difundidas en la actualidad. El acceder a una una nueva computadora, teléfono celular, barrio, trabajo o automovil, pone de manifiesto esta pulsión innata de progreso en el sentido de avance hacia nuevos territorios. Sin embargo, el depositar la atención en forma desproporcionada hacia el mundo exterior, condiciona cada vez más la capacidad para observar el mundo interior, que en definitiva es el único que verdaderamente tenemos. Según la investigación que viene realizando desde 2004 el denominado Observatorio de la Deuda Social Argentina, perteneciente a la Universidad Católica Argentina (UCA), el 39% de las personas destina su tiempo libre a ver medios audiovisuales (Ej: cine y TV). Le siguen en orden de prioridad decreciente las actividades deportivas (29%), las actividades familiares (23%), las sociales y culturales (18,9%) y las manuales, artísticas y solidarias (12,9%). El hombre occidental destina en promedio unas cuatro horas de su tiempo libre a mirar televisión, palabra que deriba del griego (tele:lejos), (visio: vista). Cuando miramos televisión en cierta medida estamos "viendo de lejos". Vemos de lejos nuestras verdaderas necesidades y deseos, nuestros conflictos y oportunidades, nuestras contradicciones y paradojas... Todo queda depositado alli, en los personajes que aparecen en la pantalla. La distracción que proporciona un mundo resuelto nos aleja de la posibilidad de encontrar los caminos para acceder a aquello que verdaderamente podemos estar necesitando, aquello a lo cual aspiramos. El mundo externo pasa a ser provedor de respuestas a la mayoría de las preguntas, curiosamente antes de que éstas pudieran ser incluso formuladas. Somos producidos externamente y hasta con cierta facilidad, se trate de idiologías, hábitos de consumo, definición de lo correcto y lo que no lo es.
El afuera invade sin restricciones nuestra privacidad e instituye sus intenciones y motivos. Cuando esto sucede nos aferramos a un discurso ajeno, a una certeza que en algún momento nos inculcaron, y a la cual nos aferramos por la seguridad que nos brinda. Sin embargo el no ver o no cuestionar lo instituído, no evita la disonancia interior que se origina como consecuencia de una falta de alineación entre aquello que repetimos, y aquello que en el fondo creemos o desearíamos creer si nuestra identidad no estuviera en juego. Esta disonancia se manifiesta en todo tipo de síntomas, desde físicos, mentales y hasta vinculares. Quizás parte de la confusión, ansiedad, y hasta violencia que vemos en las pantallas y experimentamos a diario pueda tener que ver con esta incapacidad para albergar lo diferente, fundamentalmente en nuestro interior.
Vivir en automático parece más sencillo, pero no lo es. El no detenernos a reflexionar el tiempo suficiente respecto de por qué, o mejor dicho... para qué ...hacemos lo que hacemos, nos deja como único camino de adaptación posible frente al cambio, el de intentar con todos los medios, ajustar al mundo externo a nuestra rígida programación. Es un camino que conduce inexorablemente a la victimización y al fracaso. El cambio podría tener que ver con un nuevo trabajo, una nueva realidad contextual de mercado, una nueva pareja, la llegada de un hijo, de un nuevo presidente, la mudanza a un nuevo barrio, la pérdida de un ser querido, o simplemente la transición hacia nuevas etapas cronológicas a medida que sumamos años a nuestro haber personal. La adaptación implica movimiento y no podemos mover aquello que no vemos o noconocemos, ...como nosotros mismos.
“Esta es la verdadera alegría de la vida, el ser utilizado para un propósito que tú mismo reconoces como poderoso …ser una fuerza de la naturaleza en lugar de un pequeño, febril y egoísta, guiñapo de aflicciones y rencores que se queja todo el tiempo de que el mundo no se dedica a hacerlo feliz... "
- George Bernard Shaw
Escritor, Premio Nóbel de Literatura en 1925
Tal vez, muchas veces la queja alude a la frustración que genera el ver como el mundo no se dedica a hacernos feliz...
La felicidad parece no estar en los objetos del mundo, sino en nuestra posibilidad de movernos internamente. Es necesario y hasta provechoso redireccionar la búsqueda y los esfuerzos. Como decía Soren Kierkegaard, un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, "a medida que alguien se conoce, empieza a ser la persona que realmente es" y es en esta integridad donde la semilla de la felicidad puede germinar.
Un cambio de paradigma
Resulta sumamente interesante ver como la ciencia, abocada al estudio del mundo externo y de los objetos que en él habitan, se ha encontrado sopresivamente con la otra cara de una misma moneda. La física en particular ha dado un paso trascendental hacia un cambio paradigmático en la forma de entender el mundo que nos rodea. Desde Descartes hasta Einstein, la ciencia siempre se ha volcado al estudio de la materia en sus distintas formas y tamaños y ha dejado en manos de la religión la explicación de los fenómenos místicos. Sin embargo, gracias a los avances tecnológicos y del conocimiento orientados al estudio de lo material, se ha encontrado con descubrimientos desde la física que nunca estuvieron más próximos al misticismo y a lo intangible. Hoy existe una nueva física, la física cuántica, que ha evolucionado desde la física clásica de Newton y la moderna de Einstein en una nueva visión del mundo de los objetos, y que abre asombrosamente el acceso a una nueva visión del mundo espiritual. Ampliar los alcances de estos descubrimientos excede las posibilidades de este texto pero simplemente resulta interesante destacar que así como lo ha demostrado la física, es posible la conexión hacia el mundo interior a partir de la observación del mundo exterior, porque en definitiva son dos cara de una misma moneda. Cuando hablamos de lo que pasa allí afuera, de los que vemos en el laboratorio o en la pantalla de televisión, estamos dando cuenta sin advertirlo, de lo que nos pasa internamente.
Preguntas clave para conocerte en mayor profundidad
Te proponemos que destines unos 5 minutos de tu tiempo libre a la respuesta de las siguientes preguntas. Es importante que lo hagas en forma escrita para volver a leerlas y analizarlas cuando llegues a la pregunta final.
  • Cuál ha sido la escena que más recuerdas de alguna película que hayas visto. Descríbela con todos los detalles que recuerdes.
  • Cuál ha sido la noticia del mundo que más te ha impactado en los últimos días. Por favor narra los acontecimientos como si estuvieras contando la historia a alguien que desconoce lo sucedido.
  • A quiénes has buscado acercarte y de quiénes alejarte en los últimos quince días. Cómo describirías los rasgos de personalidad estas personas
  • Qué tipo de comidas has preferido en la última semana y cómo te has sentido emocionalmente en ese mismo tiempo.
  • Cuáles han sido las actitudes que más te han molestado de quienes te rodean
Ahora bien, ...la exploración interior no es una tarea sencilla. Requiere de paciencia y sobretodo honestidad para con uno mismo. Comienza con una pista, un dato que a su vez lleva a otro y a su vez conecta con el siguiente mientras se arma una idea, un patrón que puede ser descrito como una afirmación o al menos como una posibilidad. Poco a poco se va develando un misterio que siempre estuvo allí pero que veíamos vagamente de lejos...
La pregunta final...
¿Qué de todo lo que has descripto más arriba tiene semejanzas con lo que te sucede internamente?
Qué dice la película, escena, noticia, acercamientos y distanciamientos, rasgos ajenos, comidas elegidas y actitudes, ....de vos mismo/a. Si prestas atención a la pantalla del TV podrás ver que por momentos y dependiendo de ciertas condiciones de iluminación, refleja algo de tu imagen...
Synapsis

miércoles, 22 de junio de 2011

El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo. Epicuro

Una Chispa de Felicidad. Dr. Mario Alonso Puig

Os dejo el enlace a un artículo del Dr. Mario Alonso "Una Chispa de Felicidad", se trata de un artículo breve donde trata de la forma concisa y clara a la que nos tiene acostumbrados, el tema de la felicidad, de las metas, de los anhelos, de las ilusiones......
http://www.marioalonsopuig.com/downloads/executive_excellence_140508.pdf

lunes, 20 de junio de 2011

Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida. Mario Benedetti

Despues del Divorcio. Dr. Norberto Levy

A partir de una separación suele surgir una sensación de miedo: a volver a equivocarse, a volver a fracasar... ¿Cómo se puede evitar eso?
Tal vez antes de responder eso, y para poder entender mejor cómo se llega a esa ruptura, tendríamos que reflexionar un poco acerca de qué es lo que sostiene una pareja.
¿Y qué es, desde su punto de vista?
Los pilares de una pareja son tres. El primero de ellos es el magnetismo estético-sexual. La atracción física, eso tan misterioso, que está o no está. Ese es uno de los pilares. El segundo es lo que podríamos llamar pasiones existenciales compartidas. Son valores y prioridades básicos que dos personas comparten, y que pueden ser muy diversos: formar una familia, practicar un deporte en particular con pasión, alguna actividad de otra clase... El matrimonio Curie es como el paradigma de esto: dos seres apasionados en una tarea que comparten. No tiene por qué ser siempre así, tan intenso, como en ese ejemplo, pero sí es importante que haya valores y prioridades existenciales compartidas. Es muy difícil imaginar un matrimonio estable entre alguien apasionado por la ecología con otro que ama la caza deportiva.
¿Cuál es el tercer pilar?
El tercer componente que enlaza a una pareja es qué tipo de equipo forman para resolver los problemas cotidianos: Cómo resuelven los temas de la unión de ambas familias, los horarios, los estilos, las tareas domésticas... 
Todos los ítems de una interacción caben en esos tres pilares. Y muchas parejas se unen a partir de alguno de esos pilares, y otros ya no están de entrada. Y son esos temas los que después generan la ruptura.
-De algún modo, la separación se empieza a construir desde el primer día de la pareja...
Exactamente. Un ojo sensible puede ver y decir a los dos años de una relación “Lo que están viviendo ahora lo vi desde el principio”. De modo que si uno mira la pareja de acuerdo a estos parámetros puede preguntarle a las personas: “¿Cómo se sienten en el magnetismo sexual?”: “Estupendo”, “¿Y en las pasiones existenciales compartidas?”: “Bueno, la verdad es que ahí no tenemos nada en común, a ella le encanta el teatro y la danza y a mí el aire libre, y no podemos armar un fin de semana juntos, porque somos muy distintos y casi no tengo de qué hablar con ella”. Entonces, una vez que cede ese magnetismo inicial se empiezan a poner de manifiesto los agujeros que había en la relación.
¿Qué se hace entonces?
Lo primero de todo es que una persona que enfrenta una situación de separación tenga en claro cuál es el déficit, cuál es el intercambio que está fallando. Hay que ubicarlo, para diferenciar lo que es un inconveniente producto de inhibiciones o de malentendidos –que se pueden resolver- de lo que es algo estructural. Cuando pasa esto último esas dos personas no tienen base para vincularse como pareja: se unieron en un momento de sus vidas, porque se necesitaban de acuerdo a alguna circunstancia particular, pero eso ya terminó.
¿Debe descubrirlo uno mismo?
Ese es otro punto importante: que al enfrentar la posibilidad de la ruptura uno llegue a descubrirlo junto con su pareja. Si esto que nos pasa tiene arreglo y con una buena ayuda podemos resolverlo, o ya no hay más entre nosotros.
Cada separación es distinta...
Sin duda. Dos personas se pueden separar y decir: “Está bien, es triste –porque siempre una separación es triste- pero lo que había entre nosotros ya no está más”. Porque los seres humanos somos seres en crecimiento. Y esto puede hacer que a los 20 años parezca que tenemos un mundo en común con otra persona, y a los 30 hemos ido desarrollando áreas específicas que nos fueron alejando. Entonces, hicimos lo que teníamos que hacer juntos y ahora nos separamos, y podemos hacerlo con gratitud por lo que hemos vivido y reconociendo que hasta acá llegamos.
Pero en general una separación va ligada a una sensación de fracaso... ¿Esto tiene que ver, desde algún punto de vista, con que todavía tenemos la idea de la pareja “para siempre”, “el amor de mi vida”, “el único amor”...?
Ese es un deseo que anidamos todos. Algunos, muy pocos, tienen la fortuna de vivirlo. Pero es bueno saber que esa no es la única forma de desplegar mi universo emocional. El recorrer otros caminos de realización requiere estar preparado para separarse, y eso significa no tener un alto monto de dependencia emocional.
Pero, ¿de dónde sale ese deseo de “amor para siempre”?
Uno siempre busca completarse en otro y con otro. El deseo máximo sería poder encontrar esa completud y sostenerla toda la vida. Es bueno que nos preparemos para poder vivir el desarrollo emocional y el disfrute de la vida cotidiana con distintas personas a lo largo del tiempo, en la medida que la realidad demuestre que con determinada persona lo que podíamos hacer juntos ya lo hicimos. El ir incorporando esta idea, ayuda.
Pero, ¿el fracaso se relaciona con que “no duró”...
Sí, si yo tengo la idea de que esa unión es para toda la vida, cualquiera sea la razón por la que me separe voy a sentir que es un fracaso. Puede haber elementos de fracaso reales si hemos tenido problemas que no pudimos resolver.
¿Que quisimos resolver dentro de la pareja y no pudimos?
Claro. Porque vivir juntos implica estar continuamente aprendiendo a resolver desacuerdos. Aprender a reconocer lo que no tenemos en común y edificar sobre lo que sí. No es frecuente que yo pueda vivir con mi pareja todas las áreas de mi vida. Por ejemplo a ella le gusta mucho viajar y a mí permanecer en un lugar, por lo tanto en esa área no vamos a complementarnos exactamente, pero si la reconocemos y la respetamos, y yo no la critico ni la acuso a ella por ser así , y ella no me acusa a mí por ser como soy, y buscamos la forma de resolver ese desencuentro, vamos construyendo una pareja que se apoya en lo que podemos realizar juntos, y en el respeto que sentimos recíprocamente por aquellas áreas donde no nos complementamos. Luego haremos un cierto balance y podremos decir: “Bueno: vale permanecer….o no”. Si no logramos esta optimización del vínculo... puede haber cierta sensación de fracaso.
Cuando se produjo una ruptura, hay una sensación de que se descalabra la vida en general. ¿Por qué se siente así?
Bueno, ahí también influye mucho si hay hijos o no. Cuando hay hijos chicos, las perturbaciones son mucho mayores que si la pareja no los ha tenido. Cuando están criando, además de ser pareja son un equipo de padres. Y los chicos padecen mucho, se desarticula bastante la vida familiar con una ruptura. Porque también se desarticulan hábitos, una trama social que pudieron haber construido juntos, la costumbre o el bienestar de compartir la cena o la noche o dormir juntos, las vacaciones, los fines de semana... Y por más que muchas veces sea para mejor, hay una transición que es dolorosa.
Siempre...
Siempre. Es como cuando uno se muda, y cambia de barrio. A lo mejor la casa nueva que tengo es más linda que la anterior, pero hasta que yo me adapte al nuevo barrio... Ya no tengo la farmacia donde la tenía, ni el almacén donde antes estaba, y el sol entra por otro lado, en fin... Hay una serie de cosas que cambian, propias de cualquier transición, que producen una desorganización. Y en el caso de la separación, además dolorosa...
¿Esto tiene que ver con que uno en general se piensa en relación a una pareja? Es decir: hay gente a la que le va muy bien en todas las áreas de su vida, pero si no resolvieron la cuestión de pareja sienten que está todo mal... Como si el agujero fuera demasiado grande...
En general se piensa eso. Son hábitos culturales. Estamos habituados a eso –aunque hay cambios en curso: no es lo mismo lo que pasa hoy que hace 50 años; mis padres estaban casados y no les cabía separarse; podían pelear, discutir, pero no estaba en ellos, como alternativa posible, la separación-. Ahora se está explorando otro formato, otra manera de vivir la vida. Es una transición. Digamos que es mejor estar solo que mal unido. Y es mejor estar bien unido que solo. Lo que hay que establecer es la calidad de la unión. Si no, es estar unido a cualquier precio para entrar en el formato social que se supone debe regir. A mucha gente le cuesta separarse de una relación por todo lo que significa en cuanto a dejar de cumplir el rol social que se ve satisfactorio mientras está con su esposa y va a las reuniones con ella... Esos son hábitos culturales que cada país tiene a su manera, y que pesan mucho...
-¿Por qué una de las cosas que se vulnera en una ruptura es la autoestima?
Depende si yo me quise separar o no. Si la decisión es compartida, es más soportable. Cuando la decisión la toma uno, aunque sea portavoz de algo que pasa entre los dos, el otro tiene que aceptar algo que no desea. Y no es fácil para esa persona. Aunque sería lo deseable, sería parte de una actitud psicológica madura el decir “Que esta mujer no me quiera no significa que yo no sea querible”...
Pero no es lo más frecuente...
No. En general creemos que si ella no me quiere es porque no soy querible. Lo cual es un error terrible, pero muy frecuente. Sobre todo, uno llega a sentir eso si además uno mismo no se siente querible. Si estoy insatisfecho conmigo, si detesto rasgos de mi carácter, cualquier cosa que mi pareja haga como alejamiento va a encontrar una voz en mí que resuena con lo que ella hace para confirmarme que no sirvo para nada. Pero la fuente está en la evaluación que yo hago de mí mismo. Este es un pilar fundamental de la autoestima. Hay que desarrollar la capacidad de reconocer lo que no me gusta de mí y aprender a relacionarme con eso de modo que pueda colaborar para asistir a esa parte fallida y mejorarla. Eso se puede.
Usted ha explorado mucho esos mecanismos de asistencia a uno mismo...
Así es. Los últimos 25 años de mi trabajo fueron dedicados a explorar cómo una persona puede aprender a auto asistirse. Es decir: reconocer lo que rechaza, y en lugar de detestarse y descalificarse por tener eso, aprender a relacionarse con ello de un modo tal que lo pueda transformar. Uno de mis libros, “El Asistente Interior”, está destinado a mostrar eso: cuál es el aprendizaje que uno necesita hacer para lograr mejorarse. Esto es algo que se tendría que enseñar ya desde las escuelas. A los chicos les enseñan matemáticas, lenguaje e historia, pero también deberían agregar: “cómo relacionarme con aquello que no me gusta de mí”. Pero si no se enseña no es por mala voluntad, sino porque en general no se sabe. Como cultura, no lo hemos aprendido aún. Los terapeutas que exploramos esta dimensión de alguna manera funcionamos como una avanzada, tratando de propagar esto para que llegue a ser un conocimiento general.
En general, no se enseña qué hacer con las emociones...
No, tampoco sabemos qué hacer con ellas, en especial con el enojo. No sabemos cómo hacer para enojarnos de tal modo que ese enojo resuelva la situación. Cuando nos enojamos, generalmente dejamos las cosas peor de lo que estaban antes.
Esto está íntimamente relacionado con las rupturas sentimentales, ¿verdad?
Cuando discuto con mi mujer, esa discusión suele generar más heridas que las que había al comienzo, y el problema inicial no se resolvió. Pero eso es porque no hemos aprendido a discutir. Si tenemos un desacuerdo, hay que abrirlo, desplegarlo, y dejar que nuestras respuestas ayuden a resolver eso, no a insultarnos y herirnos uno a otro. Esto es la inmadurez que tenemos como seres humanos.
Volviendo a la autoestima luego de un divorcio...
Digamos que la autoestima se daña cuanto más herida ya está... Si yo estoy en paz conmigo, sintiendo que puedo ayudar a transformar aquello que me desagrada, si estoy satisfecho con lo que estoy haciendo, el impacto de que mi mujer me deje va a ser menor. Lo voy a superar en menor tiempo y voy a poder reconocer que el hecho de que nos hayamos separado no significa que soy inservible. Significa, en última instancia, que no hay afinidad entre ella y yo en ese momento.
Pero uno, luego del divorcio, tiene la idea de que algo ha hecho mal, de que en algo se ha equivocado. ¿Cómo saber en qué? ¿Qué fue lo que yo hice mal?
Esa es la pregunta fundamental que hay que hacerse. Lo más deseable es que una pareja cuando enfrenta esa situación conserve una atmósfera de razonable compañerismo. Que yo le pueda preguntar a mi mujer “¿Qué es lo que no te gusta de mí?”. Y que me lo diga. Supongamos que me dice “lo que no me gusta es que seas desprolijo, descuidado, que seas impuntual...”. Esto para dar un ejemplo con cosas triviales, puede ser mucho más denso por supuesto. Y que yo descubra que también quiero cambiar eso. Si a ella no le gusta de mí lo que a mí tampoco me gusta, tenemos una tarea en común. Ver cómo ambos colaboramos para que eso se transforme. Ahora: se torna grave cuando lo que a mi mujer no le gusta de mí, a mí sí me gusta. Es el problema más serio que enfrenta la pareja.
Claro, ahí se torna muy difícil de acomodar.
Porque yo no tengo la voluntad de cambiarlo. El problema es la elección que hicimos estas dos personas que no disfrutamos de lo mismo. Nos ilusionamos con alguna cosa que nos gustó al principio y no vimos más profundo...
Al llegar el divorcio, ¿qué pasó con lo que yo di en la relación? ¿Lo perdí? ¿”Desperdicié” amor? Porque todo lo que podía ser un proyecto enorme, cuando terminó de pronto quedó en nada.
Uno llega a esa conclusión cuando inscribe una relación de pareja dentro de un modelo materialista-bancario, por decirlo así. Cuando uno le reconoce a la relación de pareja un ámbito específico, que es el emocional, el existencial, ve que lo que hubo fue una experiencia que hicimos en común con esa otra persona. Yo di y también recibí, y disfruté mientras sucedía. Y salí transformado de ese intercambio. Esto no puede equipararse a objetos materiales: “Puse en este banco tanto dinero, el banco cerró y ahora no tengo más el dinero”. En lo material, esa pregunta tiene sentido. En el universo interaccional, humano, existencial, suceden las cosas de otra forma. Y es bueno verlas desde ese otro lugar. Porque ambos crecimos, cada uno a su manera.
Quizá el tema del tiempo pueda verse como algo entre lo material y lo existencial. Uno invierte ilusión, amor, y no puede pensarse en términos de pérdida; pero el tiempo... “Estuvimos tantos años juntos, cuando te conocí podía tener hijos y ahora quizá ya no”. Ese tiempo. ¿Cómo se resuelve?
Hay una parte que es así: se perdió. Y hay otra que no es así. El problema es si se lo ve todo así. Lo que mencionas es una habitación de la casa: “quería tener hijos, esperé tenerlos con vos, y ahora ya no pasará”. Eso se perdió. Pero la casa tiene muchas otras habitaciones.
Igual, no es fácil de procesar ese tema del tiempo...
Se puede cuando uno incluye en la experiencia de pareja la noción de aprendizaje. Aunque nos hayamos separado, yo aprendí. No siempre el crecimiento se produce en experiencias gratas. También el dolor enseña a crecer. Lo que pasa es que eso no se ve en el momento. Cuando la herida está sangrando, uno tiene que suturarla y vendarla. Pasa un tiempo hasta que uno puede ver cómo ese vínculo, por doloroso que haya sido, sirvió para aprender, para ser mejor. Así que es muy bueno a nivel humano introducir la noción de crecimiento y aprendizaje para rescatar el sentido que tiene lo que desde otro punto de vista podría verse como pérdida.
Si uno cometió errores, al separarse puede tener la voluntad de no volver a cometerlos con una nueva pareja. ¿Cómo se puede hacer?
Vamos a poner un ejemplo concreto. Supongamos que mi pareja me dice que yo no concedo al encuentro físico el tiempo, el interés y la disponibilidad suficientes. Sigo pensando en los negocios y mis actividades y nunca hay tiempo para los dos. Como dije antes, la primera pregunta que debo hacerme es: ¿quiero cambiarlo? Quizá sí, y descubro que también me gustaría compartir más, disfrutar más tiempo juntos. Entonces eso ya requerirá un trabajo, para ver qué parte de mí está en juego en eso; quizá haya un miedo al acercamiento, inseguridad, en fin... Ese es justamente el aprendizaje. Hay algo que siempre sugiero a las parejas que hagan: que se pregunten mutuamente “¿qué es lo que te desagrada de mí?”. Y hacerlo en una atmósfera de paz, no en medio de una pelea feroz como suele ocurrir.
Ahora bien: quizá al separarme reconozco eso como un error, no le dedicaba suficiente tiempo... ¿Cómo sé que en la nueva pareja eso será también un error? O por dar otro ejemplo: ella siempre llamaba a toda hora del día, y se dio cuenta de que con esa persecución lo ahogaba; en su nueva relación ya no lo hace, pero resulta que su pareja considera que ella muestra poco interés... ¿Cómo saber cuándo es un error y cuándo no?
Para ver eso hay que distinguir las acciones de los estados interiores que llevan a realizar esas acciones. Si yo llamo todos los días 15 veces a mi mujer porque soy celoso, tengo miedo a que me engañe, soy inseguro, no voy a poder cambiar sólo porque me lo proponga. Hay una demanda interior, un estado interno que reclama ese control. Entonces es muy bueno que me pregunte qué estado interior mío está produciendo esa conducta que al otro le molesta. Cuando ese estado en mí cesa, cuando recupero mi seguridad y mi confianza en mí mismo, puedo llamar o no. Tengo más flexibilidad. Si a la otra persona le gusta que la llame lo haré, y si no no.
Una idea que puede generar miedo ante la posibilidad de formar una nueva pareja es el sentir que antes uno “quiso demasiado”. Ese “querer demasiado” es algo que muchos sienten pero quizá el concepto no sea claro. ¿Qué significa para usted?
Una confusión. Cuando uno dice “yo amo demasiado” es la manera de nombrar una forma de dependencia. Si yo me auto descalifico mucho, y tengo una autoestima baja, y tomo a mi pareja como alguien que me reasegure que yo valgo y soy importante, y dependo de su opinión porque yo no la tengo, entonces le voy a dar muchas cosas a esa persona para conquistar esa opinión positiva. Entonces lo que llamo “querer demasiado” es que yo me aferré demasiado, que aposté demasiado a producir un determinado sentimiento en ella para asegurarme que merecía ser querido. Cuando se trata de amor nacido de la madurez y la autonomía nunca es demasiado, y nunca molesta.
La dependencia es un problema serio en la pareja, ¿verdad?
Sí. Es grave. Está hecha de que yo te necesite como pareja para que me demuestres que yo valgo, que puedo, que sirvo, porque yo no pienso eso de mí. Entonces necesito que 30 veces por día me recuerdes lo que yo no oigo de mí mismo.
Que me trates de convencer de que sirvo para algo...
Convencer, exacto. Pero eso no me lo puede dar otro. Uno se esfuerza muchísimo, y eso carga la atmósfera de presiones, obligación, reclamos... En cambio, cuando yo tengo cierta tranquilidad y me siento bien conmigo, lo que busco en una pareja es expandir el bienestar que tengo. La otra opción es buscar en la pareja el bienestar que no tengo; un poco de eso puede haber, está bien. Pero si hay mucho... se convierte en un problema. Me va mal en el trabajo, no me gusta lo que hago, estoy mal en todo, y tengo el sueño de que una mujer me compense por todas esas carencias... La expectativa es tan grande que difícilmente se cumpla, y además impide disfrutar lo que sí ocurre.
-¿Qué es equivocarse en el amor?
Eso que decíamos antes: haber puesto en juego en una relación rasgos de mí que me gustaría que no fueran así. Por ejemplo; reconozco que soy muy dependiente, entonces reclamo mucha presencia, mucha compañía, pero a mí tampoco me gusta ser dependiente, quiero ser un hombre más adulto, más íntegro, más autónomo. Si no realizo los aprendizajes necesarios para transformar eso, me estoy equivocando.
El miedo a empezar una nueva relación se basa bastante en que uno busca afuera en vez de en uno mismo...
Claro. Si yo no hice ese trabajo que mencionaba antes, y ante la primera insatisfacción ya provoco la ruptura y me imagino que el otro es el causante, lo que buscaba era un salvador. Y en esa búsqueda voy a repetir errores. Ante una separación, puedo aprovecharla como aprendizaje o puedo echarle la culpa al otro.
¿Por todas estas cosas es que hoy -al menos lo dice la estadística- cuesta mucho mantener una pareja estable?
Creo que hay muchas causas. Una es que necesitamos aprender a vivir los desacuerdos, plantearlos, desplegarlos y resolverlos manteniendo la atmósfera de compañerismo básico. Uno de los problemas más serios es cuando la relación comienza a impregnarse de una atmósfera de antagonismo. De confrontadores, de “a ver quién gana”. En las separaciones se ve mucho. Parejas que se han llevado relativamente bien, y cuando están en el proceso de ruptura se convierten en enemigos mortales y se tratan de lo peor. Entran en guerra. A veces pasa también en el curso de la relación. Cuando he sido herido por algo que me dijo mi mujer, puedo querer desquitarme hiriéndola a ella; y ella a su vez se sentirá herida y volverá a herirme. Y cada vez será peor, y el retorno se hará difícil. No hemos aprendido a experimentar un desacuerdo sin que termine en una pelea. Así de simple, y así de trágico. El desacuerdo y el enojo son dos temas que siempre me han preocupado; de hecho escribí un libro sobre eso, “La Sabiduría de las Emociones”, en donde destino un capítulo para describir cómo aprender a usar el enojo para resolver.
¿Cómo evitar el miedo luego del divorcio? ¿En qué consiste ese miedo, que es un gran obstáculo?
El miedo puede ser más grande o más chico según el grado de dependencia emocional que yo tenga. Y también hay que reconocer que hay un miedo que, si aprendí a lidiar con él, es como una señal que me informa de algo a lo que debo estar atento. Tengo miedo a cruzar la calle, y entonces lo uso para ver si el semáforo está en rojo, si vienen autos. Uso ese miedo para tomar precauciones y realizar la acción con eficacia. Si no sé qué hacer con el miedo, éste me bloquea. De modo que miedo siempre va a haber, pero todo dependerá de cómo yo use esa señal del miedo para tomarla como algo que me enriquece y me informa, o algo que me inmoviliza.
Pero concretamente, después de una separación, ¿qué actitudes puedo tomar para superar el miedo a volver a equivocarme?
La mejor sugerencia es que hay que recordar que existe algo que se llama gradualidad. El primer paso. No significa nada más que eso, el primer paso. Que uno vaya a tomar un café con una nueva persona no es más que eso. Cuando termine de tomar ese café, veré si quiero dar el segundo paso o no. Tengo que proponerme dar solamente el primer paso. Cuando uno va paso por paso, va haciendo las cosas porque la situación se las va inspirando. Quizá tenía miedo, pero cuando fui a tomar ese café con ella me sentí cómodo, y digo “bueno, podemos ir al cine”. Pero eso lo sentí después de estar con ella. Y lo que pase en el cine me dirá cómo seguir. Y hay algo que me parece fundamental saber y tener en cuenta: el destino de una relación depende fundamentalmente del grado de bienestar que pueden producir las dos personas mientras están juntas. Todo lo demás es de cartón. Que cuando uno deja a esa persona sienta que está mejor que cuando llegó a verla. Si eso va ocurriendo, la relación tomará el curso que eso determine. Y si no está... no hay en qué apoyarse. Me puedo ilusionar, pero durará poco. Por eso el paso a paso. De ese bienestar al estar juntos saldrá la energía para arreglar lo que no funcione, para acomodar eso que no está del todo bien.

domingo, 19 de junio de 2011

EL OPTIMISTA Y EL PESIMISTA

Eránse una vez dos niños, uno optimista y otro pesimista. En casa, cada uno disponia de su propio cuarto de juegos. El pesimista lo tenía todo lleno de juguetes que le habían regalado sus familiares y amigos con motivo de su cumpleaños o como regalo de Navidad. Ahora bien, el niño siempre los recibía con lágrimas, pues nunca le regalaban lo qué el más quería: un tambor. Tal era su obsesión por conseguir un tambor que era incapaz de contentarse con otros juguetes, por muy bonitos y divertidos que fuesen. Eso explica por qué todos los regalos estaban tirados por el suelo, completamente abandonados por su dueño.
El pequeño optimista no era tan afortunado. Lo único que tenía en su cuarto era un triste montoncito de estiercol de la granja y un tenedor.
Una tarde, como tantas otras, los padres se asomaron a los cuartos de recreo de sus hijos para verles jugar. Como de costumbre, el pequeño pesimista estaba lloriqueando porque no lograba encontrar un tambor entre su enorme montaña de juguetes. En el cuarto del pequeño optimista el panorama era bien distinto. Al asomarse vieron a un niño risueño y féliz escarbando animadamente entre el estiércol con el tenedor. Mientras removía la pestilente masa, se decía en voz alta, con ojos llenos de emoción:
-Si tenemos estiércol en la granja, es porque hay un cabalito cerca...

viernes, 17 de junio de 2011

La felicidad es una mariposa, que, cuando se persigue, está siempre un poco más allá de tu alcance, pero que, si quieres sentarte en silencio, puede posarse sobre ti. Nathaniel Hawthorne

Felicidad propia o ajena. Miguel Molina Columnista, BBC Mundo

A alguien se le ocurrió hacer un estudio sobre la felicidad en sesenta y cinco países, y dos años después nos enteramos de que la felicidad es vivir donde uno vive sin darle muchas vueltas al asunto.
Lo primero que me viene a la cabeza es un ejemplo que ponía José Rojano. "Eres como las hienas. Viven en el desierto, comen excremento y fornican una vez al año, y se ríen", decía con otras palabras antes de soltar una carcajada que rebotaba por todas partes. Fue un hombre feliz hasta que murió.
Tenía razón. Los animales son felices mientras tienen salud y suficiente comida, como resume Bertrand Russell en su "Conquista de la felicidad", un ensayo que escribió para bien de muchos en 1930. El filósofo planteó que el ser humano debería ser feliz, y reconoció que la gran mayoría de nosotros es más bien lo contrario. Los animales no conocen el concepto de la felicidad, y hay humanos que tampoco la han experimentado.
En ese estado pasé el fin semana dándole vueltas a la investigación que hizo la revista New Scientist sobre el tema, pero no me animé a revisitar el texto de Russell, que debería ser lectura obligatoria cuando menos una vez en la vida. Hacía tiempo que no pensaba en la felicidad, propia o ajena.
Pero la felicidad tiene alma latina. Los mexicanos ocupan el segundo lugar, los venezolanos el tercero, los salvadoreños el cuarto y los puertorriqueños el quinto, pese a que unos no encuentran todavía el camino que necesitan y mucho menos el que desean, otros están trágica e irremediablemente divididos, otros no tienen mucho porque nunca han tenido, y otros, en fin, tienen una relación ambigua con su patria aunque no la tengan con sus raíces.Es que los nigerianos, un pueblo pobre que vive en un país rico, son los más felices del mundo, según la encuesta del semanario, y los más infelices son los rumanos, un pueblo confundido en un país empobrecido. Los rusos, que se convirtieron al capitalismo; los armenios, que llevan siglos sufriendo opresiones y violencias, están sólo por encima de Rumania.
Tal vez será que la felicidad es cosa de palabras. El diccionario consigna que la felicidad es un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien, pero también es una satisfacción, un gusto, un contento.
Hay sociedades en que el éxito personal y la posibilidad de expresarse son importantes. En otros países, nos dice el estudio que se hizo entre 1999 y 2000, la familia y la sociedad son esenciales para ser feliz. En los países latinoamericanos la felicidad depende más del carácter de la familia, del matrimonio, de los amigos, de desear menos, de hacer favores y de la fe, religiosa o de otra.

Por fortuna los felices son muchos y las causas de su felicidad son variadas. A veces se confunden con los alegres, que viven felicidades estentóreas y generalmente colectivas, brevemente intensas, aunque también den gusto porque la risa (y el llanto) nos hacen como los dioses. A veces se parecen a los optimistas, que imaginan la felicidad y acaban por alcanzarla o por perderla. Pero ya dijimos que la felicidad puede ser cosa de palabras.Yo he conocido a gente feliz. Don Pablito Lavalle disfrutó más de cien años casi cada momento de su vida, y era un hombre que cantaba y cuando ya no pudo cantar silbaba y cuando ya no pudo silbar siguió sonriendo. Nunca lo ví enojado, y sé que su vida terminó un martes sin sobresaltos después de escuchar el Aleluya de Haendel.
Quien es feliz sufre por su gobierno, porque perdió su equipo, porque de cuando en cuando se da cuenta de que carece de algo, porque le falta amor, porque ésto o porque lo otro, pero siempre se deja un tiempito para olvidarse de todo y reírse de todo, aunque sea solamente un rato. Todos lo hemos hecho.
La sola idea de que haya pueblos que pueden ser felices aun en la adversidad me maravilla, porque no es una cosa normal en el siglo XXI. Y como la alegría da gusto aunque sea de otros, entro al otoño riéndome como nigeriano. Salud

jueves, 16 de junio de 2011

El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad. Ralph W. Emerson

Soledad. Dr. Norberto Levy

Doctor. ¿Por qué se hace tan difícil vivir en soledad?

Existe una soledad padecida y una soledad disfrutada. A partir de esta distinción se abren dos preguntas fundamentales: ¿cuáles son las condiciones internas que generan una u otra soledad? Y ¿qué necesitamos aprender para poder pasar de la soledad padecida a la disfrutada? Para responder estas preguntas es necesario primero reconocer que, en tanto ser humano soy un individuo en relación con otros, y soy también en mí mismo, un conjunto. Un conjunto de tendencias, impulsos, deseos, a veces armonizables, muchas veces contradictorias. El hecho de poder registrar que soy un conjunto y que albergo múltiples tendencias ya es un paso importante. Y más importante aún es el paso siguiente: ¿cómo se llevan entre sí las partes de ese conjunto que soy, especialmente cuando son contradictorias? En la práctica clínica se puede ver que en mucha gente sus diferentes tendencias interiores están en combate permanente entre sí. Se detestan, no se soportan.

¿Podría dar un ejemplo?

Pongamos uno bien sencillo: Una parte mía quiere ir a una reunión y otra quiere quedarse. ¿Cómo resuelvo esa dualidad? Solemos creer que para tomar una decisión, necesariamente una debe vencer a la otra. Entonces la que quiere salir se impone, obliga a salir a la que quiere quedarse y voy a la reunión. Si quien quería quedarse quedó derrotado, obligado a salir "sin chistar", en nombre de un eventual buen propósito, por más que parezca satisfactorio por que decidí algo, esta modalidad hace daño. Y lo hace porque la parte mía derrotada se siente no escuchada y queda abatida y resentida. Desde ese enojo se desquita saboteando a quien salió. Que a su vez contragolpea…, y así siguen en una batalla sin fin. Todo esto lo percibimos como tironeo interior, angustia y auto reproches: "Por tu culpa no puedo hacer las cosas que necesito…, te odio, sos mi mayor enemigo, quiero que desaparezcas", etc.

Si bien en el mundo externo, en situaciones en las que intervienen jerarquías, como por ejemplo en la relación jefe empleado, es adecuado algunas veces apelar a la orden para tomar una decisión, en el mundo emocional interior no rige en absoluto la ley de la imposición. La ley que rige es la del acuerdo entre pares. Cuando uno se apoya en la imposición de una parte sobre otra como un camino habitual para tomar decisiones los resultados son catastróficos. Para hacerlo más claro aún es como si en el plano físico el hígado quisiera imponerse al estómago para que haga lo que él quiere y el estómago se rebelara y entonces ambos vivieran en guerra entre sí, para ver quien gana.

¿Cómo se relaciona esto con el tema de la soledad?

Precisamente una de las consecuencias de esta modalidad es que la soledad se torna muy difícil y dolorosa. Uno hace cualquier cosa con tal de no estar solo porque estar solo es estar más en contacto con esa pelea interior en la que cada socio no se siente ni acompañado ni comprendido por el otro. Y ese aislamiento de cada socio interior es la base más profunda del sentimiento personal de soledad angustiosa e insoportable. Es la soledad padecida.

Cuando esas dos partes se dan cuenta que son socios de verdad, que las dos tienen el mismo derecho a existir, que entre ellas no cabe la imposición, y que por lo tanto van a dialogar hasta que encuentren una acción que las dos puedan suscribir, entonces se genera entre ellas la sensación de equipo cooperativo y solidario. Cuando los socios que me constituyen alcanzan ese estado, esa es la base más profunda del sentimiento de seguridad y confianza en mí mismo. Entonces la soledad es vivida de un modo muy distinto: no produce angustia y es más un sentimiento de intimidad que de aislamiento. Es como el campamento de base en andinismo: un lugar al que se vuelve para refugiarse de las tormentas, para reordenarse, recuperar fuerzas y así poder volver a salir. Es la soledad disfrutada.

Lo maravilloso de esta modalidad es que cuando se han establecido pautas interiores de colaboración se le hace a uno más fácil encontrar caminos para hacer relaciones con otras personas, porque uno cuenta con el modelo interno y espontáneamente tiende a reproducirlo afuera. Y si el otro -ya sea mi pareja, mi socio o un amigo- no concuerda, o la relación no es satisfactoria, no necesito someterme para continuarla a cualquier precio porque tengo un lugar, que soy yo mismo, adonde volver.

Y ese es uno de los domicilios más preciados que podemos tener aquí en la tierra.

¿Hay algo más que ayude a estar bien en soledad?

La otra base que ayuda a hacer habitable y grata la soledad es poder darle un sentido a la propia vida. Darle un sentido quiere decir inscribirla en algo más vasto, ya sea la idea de Dios, el Amor, algo que amo más que a mi propia vida, una causa que apasiona y que continúa luego de que yo muera, que puede ser tanto un trabajo comunitario o tareas de jardinería. Aquí no importa tanto la magnitud de la tarea sino la actitud con la que se la realiza. Todo esto es lo que habitualmente llamamos la dimensión trascendente de la vida. Esa conexión da un sentido de pertenencia, de compañía, que respalda y acompaña poderosamente en los momentos de soledad, más o menos prolongados, que a uno le pueda tocar vivir.

Una vez le preguntaron al maestro Atahualpa Yupanqui qué pensaba de las coplas anónimas, que pueblos enteros cantan sin saber el nombre del autor. Y él respondió que la vida premia al verdadero artista con el anonimato porque si bien nadie recordará su nombre, ninguna tumba encerrará su canto. A mí me impactó mucho esa respuesta porque muestra el amor a la obra más allá del propio nombre y apellido. Cuando uno ama la copla de ese modo, uno ES la copla y se siente nombrado por quienes la cantan. Esa es la esencia del trascenderse a sí mismo y sentirse parte de un movimiento más vasto que lo incluye y traspasa. Cuando se alcanza esa vivencia la soledad personal ya no es algo que nos haga sentir aislados o desamparados.

¿Qué le diría a alguien que cree que su soledad es merecida por los errores que cometió en el pasado?

La soledad no es un castigo de la vida. Si estoy solo porque me rechazan es porque no he aprendido a producir relaciones que sean enriquecedoras o satisfactorias.Y eso no es exclusivamente por errores del pasado sino por problemas que también experimento en el presente, y que por lo tanto puedo y necesito resolver en el presente. Si cargo el tanque de mi auto con querosene y deja de andar no es por un castigo sino que ese hecho me confronta con la consecuencia de un error cometido. Y ese auto que se detiene, además de traer el dolor de la frustración, me abre también la posibilidad de un aprendizaje. La vida no castiga, me enfrenta con las consecuencias de mis actos, que es en última instancia, la manera de aprender.

¿La compañía se busca o simplemente se encuentra?

No hay tal cosa como "o se busca o se encuentra" como opciones absolutas. Lo más frecuente es que haya un poco de cada uno. Lo importante aquí es aprender a buscar bien y alguien lo hace cuando procura expandir y compartir lo que ya tiene en sí mismo. Es muy distinto cuando se busca a alguien para que nos trate mejor de lo que nosotros mismos nos tratamos; para que nos valore y nos haga sentir importantes y así compensar nuestra propia desvalorización. En general esa expectativa no se cumple y lo deja a uno peor. Es más adecuado que yo me disponga a resolver mi propia desvalorización donde corresponde, es decir en mi mismo, y no que busque al otro para que me salve de mi sensación de minusvalía.

Alguien por naturaleza antisociable, ¿está condenado a estar solo?

Los eventos sociales no son la única forma de relación. Hay personas que prefieren y disfrutan más los marcos más intimistas donde hay tiempo para una conversación sostenida. Y esto es tan legítimo como la sociabilidad. Y no significa quedar solo. En la medida en que uno esté claro con eso y lo haga saber, podrá encontrar personas a quienes les ocurre lo mismo, y podrán crear el ámbito más afín con sus tendencias personales.

¿Qué le diría a una persona que quedó viuda después de un largo matrimonio, y siente que su destino es envejecer sin compañía?

Le diría que revise esa idea que tiene del destino. No es un homenaje a su cónyuge fallecido no vivir nunca más con nadie. La dirección natural de la vida es que la capacidad que desarrolló con su esposo(a) la pueda expresar en otras relaciones, a través del nuevo formato que puedan tener, en función de las circunstancias. Lo esencial es que pueda mantener y enriquecer sus posibilidades de intercambiar afecto, de ser ayudada y ayudar a vivir, mientras viva.

¿Qué consejos le daría a los padres angustiados que padecen el denominado “síndrome del nido vacío”, cuando los hijos se van a vivir solos y la casa empieza a quedar grande?

Es una cuestión de grados, porque cada vez que una forma de intercambiar afecto termina y cambia, hay un tiempo de adecuación. Cuando dejamos la escuela primaria y pasamos a la secundaria, hay un tiempo en donde uno siente cierta tristeza por la forma que terminó, y al empezar la secundaria el proceso de crecimiento adopta otra forma. Con el o los hijos pasa lo mismo, y no sólo ocurre cuando se va, sino cuando deja de estar en la panza y pasa a ser un bebé, el primer día de clase, cuando por primera vez va a dormir a la casa de un amiguito o se va solo de vacaciones. Es decir que hay una serie de graduaciones, que van mostrando el cambio que se produce en la calidad de esa relación. Eso requiere la capacidad de discriminar la esencia de la forma, para no quedar identificado con la forma. Hay personas que, por ejemplo, quedan tan identificados con la forma de tener un bebé en brazos, que cuando el niño empieza a caminar les resulta un doloroso esfuerzo aceptar esa otra forma en la cual son menos necesitadas por su hijo. De modo que en un vínculo es un extraordinario ejercicio diferenciar la esencia afectiva de la forma que adopta ese intercambio. Cuando puedo hacer eso, empiezo a ver que la forma es forma y que está destinada a desaparecer, porque el ser temporaria es inherente a su cualidad misma. Y la esencia afectiva continúa. Eso me permite dejar de creer que la relación con mi hijo "era de verdad" cuando lo ayudaba a hacer los deberes, o cuando él tenía su cuarto en mi casa.

¿Cuáles son sus recomendaciones para quienes están solos porque, consciente o inconscientemente, sienten incapacidad para pedir ayuda, y se aíslan por su omnipotencia?

-Cuando uno llegó a la conclusión, en la relación con los otros, que "mejor no me comunico porque, en el fondo, van a ser más problemas que soluciones", es porque tiene esa experiencia dentro suyo. Si él, en su diálogo interno, produce más sufrimiento que soluciones, le va a quedar una imagen de los diálogos como algo estéril y piensa que es mejor silenciarlos porque lo que traen son discusiones y acusaciones inútiles. Es el tipo de persona que luego necesita evadirse de sí, ya sea a través de la televisión, el shoping, las múltiples ocupaciones, o lo que sea. Poder relacionarse bien sin duda enriquece porque recibo lo que me falta y aporto lo que tengo pero eso lamentablemente no siempre viene dado y es necesario aprenderlo. Y vale la pena hacerlo porque permite reconectarse con la esencia misma de la vida. La vida es interacción cooperativa, ya sea entre dos células o entre dos personas.

¿Es cierto que la compañía tiene un efecto curativo?

-Depende de cómo nos acompañen. Es bueno estar atentos para no descalificar sutilmente a la soledad y creer: "si estoy acompañado, me salvé y si estoy solo, soy un fracasado y me avergüenzo". Si alguien, por ejemplo, recibe la visita de un familiar en el hospital, en una atmósfera de reproches y malestar, lo más probable es que se quede peor que antes de la visita. En cambio, si la persona que está sola está asumiendo ese momento y se siente bien, la soledad puede ser también curativa. De modo que hay que tener cuidado para no inclinar la balanza y atribuirle a la compañía todas las virtudes, y a la soledad todos los defectos. Las dos experiencias son igualmente necesarias, y hay que pasar por las dos. Porque si no sé estar solo, voy a sobrecargar y abrumar a quien se relacione conmigo. Comunicarse es enriquecedor pero si no he aprendido a observar al otro, y reconocer si está cansado o se está durmiendo mientras le hablo, entonces, esas son más descargas que comunicación. Cuando quiero contarle algo a alguien es bueno que pueda preguntarle antes si está disponible para escuchar. Por todo esto es que estar solo o acompañado no son dos opciones excluyentes. Es más bien: aprender a estar solo para poder estar acompañado, y aprender a estar acompañado para poder estar solo. Los dos son momentos igualmente necesarios.